Son paredes que no se proyectaron para ser fachadas, pero que con el paso del tiempo han quedado libres, sin otro edificio adosado que las oculte. En Barcelona hay muchas, unas 6.000, según los cálculos del Ayuntamiento, de las que 348 de las más grandes –con superficies de al menos 100 metros cuadrados– án siendo permanentes, a la vista desde el exterior, porque el planeamiento urbanístico así lo prevé. La Administración municipal tiene un programa desde hace 25 años, con subvenciones, para mejorar estas medianeras. Pero el gobierno de Jaume Collboni quiere dar un paso más en su puesta en valor y, conjuntamente con la Fundación Mies van der Rohe, ha convocado un concurso internacional de ideas dirigido a jóvenes arquitectos para transformar 17 muros divisorios en diez ubicaciones, una por distrito.
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