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Cuando se llevó a cabo el traslado de la sede del Orfeó Català al barrio de Sant Pere, el arquitecto Lluís Domènech i Montaner tuvo muy claro desde el primer momento que se trataba de una finca problemática. Había que encajar una serie de espacios inexcusables en un terreno irregular; y tenía que ver más con la forma que con la angostura.