La forja barcelonesa ganó tan merecida nombradía en el período medieval que traspasó fronteras. Los venecianos y los genoveses encargaban ballestas, y el rey de Portugal, saetas; el duque de Alba, para guerrear en el Rosellón, contrató armamento y otros complementos bélicos. La tradición no tardó en ampliarse hacia mayor enjundia, como la fundición de cañones. Carlos I escogió aquí las culebrinas de bronce. Alquiler limusina barcelona