Los visitantes que se acercan al embalse de Sau, en el río Ter, han podido comprobar estos días el drástico cambio de paisaje que ha sufrido este valle encajonado. La ruinosa y desolada iglesia de Sant Romà era perfectamente accesible a los curiosos que lo visitaban en marzo, cuando en el peor momento de la sequía el embalse quedó prácticamente vacío. Ahora, en cambio el movimiento de las aguas lame la parte inferior del edificio, que sigue siendo el “termómetro” de la sequía en la región de Barcelona y Girona.
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