Barcelona puede presumir de ser la única de las tres grandes administraciones que ha aprobado su presupuesto, aunque haya sido por el mecanismo de la cuestión de confianza. El Ayuntamiento barcelonés dispone ahora de más dinero que nunca para invertir y debe activar todos los proyectos prometidos. Por eso se ha dado la orden a todos los negociados municipales para que se pongan a trabajar, porque lo peor que puede pasar es que, teniendo el dinero, no exista la capacidad administrativa para gastarlo. La instrucción es: “Gastad, gastad, malditos”, como bromeaba un alto cargo municipal la semana pasada, emulando el título de la película de Sydney Pollack, “Danzad, danzad, malditos”.
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