No hay un edificio estrella, ni un gran estadio, ni un pabellón. Tampoco se ha urbanizado un barrio ni abierto una ronda. La transformación de la Copa del América se basa en la aceleración de proyectos que el puerto de Barcelona y el Ayuntamiento tenían en cartera y en la adaptación y reapertura de nuevos espacios en el frente marítimo. Y lo más importante: hacerlo en un tiempo récord. “Todos –administraciones y empresas– nos hemos puesto las pilas porque nadie ha querido quedar mal”, dijo ayer José Alberto Carbonell, director general de la Autoritat Portuària de Barcelona a los responsables de una decena de puertos españoles.
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