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Los turistas siguen marcándose selfies y vídeos en las escaleras mecánicas de la parada que te deja frente a una de las fachadas de la Sagrada Família. Los carteles recién instalados en esta boca de metro que advierten a los ciudadanos de que pueden hacerse daño no les amilanan de ningún modo. Siquiera lo hacen las insistentes voces en inglés proferidas por los atentos vigilantes de seguridad aquí desplegados todo el rato. Los guiris en principio de calidad supuestamente atraídos por la oferta cultural de Barcelona también pecan de incivismo.